jueves, 21 de mayo de 2009

La Buena Vida habita en nosotros mismos y, que "la Consecución de nuestros Sueños se esconde tras los gestos más cotidianos"

La calidad de nuestra existencia es el resultado de las decisiones que tomamos en cada momento y del cultivo de las actitudes positivas.
Pero ¿qué es la vida? Nuestro caminar discurre en paralelo a los designios del tiempo, sujeto a las agujas del reloj, y acompaña el ritmo de nuestros corazones.
El pesimismo, la hipocresía o la resignación interrumpen nuestros pasos en este viaje y a veces se incrustan como piedras en nuestros zapatos.
Con todo, pese a los golpes de nuestra existencia, podemos tener amor, esperanza; luchar por la dignidad propia y la del otro; crear la felicidad para quienes amamos; seguir mirando al frente y avanzar.
Álex Rovira nos ofrece un torrente de buenas palabras, de hermosas y reconfortantes palabras, que nos enseñan que "la buena vida" habita en nosotros mismos y que la consecución de nuestros sueños se esconde tras los gestos más cotidianos. La buena vida nos enseña a disfrutar del tiempo, a elegir, a confiar, a desarrollar nuestra fuerza interior; nos impulsa a liberarnos de las pesadas cargas y nos muestra que:
"el camino se anda con los pies firmes en el suelo y la mirada siempre hacia las estrellas".

Web de Álex Rovira

http://www.alexrovira.com/

martes, 19 de mayo de 2009

PIEDRAS EMOCIONALES "Entre los indivíduos, la amistad nunca viene dada, sino que debe conquistarse indefinidamente" -Simone de Beauvoir-

Reflexiones del libro de:
“La Buena Vida”
Álex Rovira
“Si tienes un amor, déjalo libre; si vuelve a ti, es porque es tuyo; si no vuelve, es porque nunca lo fue”

En los zapatos de nuestro corazón podemos encontrar piedras que toman la forma de relaciones no deseadas o tóxicas, que nos hunden anímicamente y nos impiden crecer.
Compañías limitadoras, castradoras, psicológicamente víricas o negativas, que nos hacen sentir mal, generan mal humor y pesimismo abriéndonos las puertas al agotamiento psicológico e incluso a la depresión.
Son además causantes de serios daños a nuestra autoestima, así como frenos a nuestro potencial de desarrollo como personas.
¿Cuántas personas enferman e incluso mueren de amor?, ¿cuántas enfermedades de todo tipo tienen un origen psicosomático que se genera a causa de una disfunción emocional resultado de un engaño, de una mentira, de un maltrato permanente, de una manipulación, de no querer ver la situación que nos rodea? Muchas. Demasiadas, tal vez.

Nos falta educación en el balance emocional. Es más en alguna religión y cultura el sacrificio es uno de los valores fundamentales - especialmente el sacrificio de ellas – aunque la dialéctica emocional esté hundiéndole la vida a esta persona y a los hijos, si los hay.

Un balance emocional implica capacidad de cuestionamiento interno y de diálogo permanente con nuestra pareja.
Nunca desde la inquisición ni desde la obsesión, sino más bien desde la dignidad, la apertura, la pregunta amable, la ternura y el deseo de bien común.
Aunque también a veces sea necesaria la confrontación firme para quitar disfraces a realidades incómodas en las que, sin darnos cuenta y para evitar dolor; nos acabamos camuflando y perdiendo.
Probablemente, el amor maduro y consciente combina el amor propio con el amor al otro.
Amarte a ti implica valorarme y construirme.
Mi amor por ti no justifica mi abandono ni mi sacrificio existencial por mucho que el entorno o la historia haya repetido hasta la saciedad que así debe ser. Por ello el necesario balance emocional tiene que estar con amor propio y con mucho respeto por uno mismo.

Amar es construir una realidad conjunta basada en la responsabilidad, el respeto, el proyecto y la visión de futuro compartido, y también en la ilusión, la esperanza y los anhelos que hemos ido trenzando; Amar es pasar de todo al precio de la liberación de la propia vida.

Un amor que exija en contraprestación el propio sacrificio intelectual, emocional e incluso existencial deja de ser amor, es esclavitud disfrazada de exigencia romántica, resignación vestida de paz barata, e incluso, conflicto instalado de manera permanente y asumido como escenario cotidiano. Todos ellos contextos ideales para la depresión, la apatía vital y el abandono existencial a largo plazo.

Buena parte de las enfermedades amorosas tienen una raíz llamada miedo. Miedo a que el otro se vaya; a que me falle; a que no sea como quiero que sea; a que el futuro imaginado no se encare como lo esperé.
El amor, como la libertad o la felicidad, se caracteriza por la ausencia de miedo, esto es, por la confianza. Pero la confianza no admite grados; se tiene o no se tiene. Confío un poco, es decir, no confío. Y no puede haber compromiso sin confianza y ésta a su vez no es posible sin respeto.
Tener claro cuál es mi limite y cuál el tuyo es un ejercicio que sólo nace de la consciencia. Pero para ello es necesaria una madurez emocional que debe ser trabajada. Porque el amor es un arte que implica reflexión, trabajo, cuidado del detalle, aprendizaje continuo, diálogo sincero, proyecto compartido, voluntad de sentido y que seamos capaces de evaluar lo que estamos construyendo juntos, lo que pone el uno y lo que pone el otro.
Todo ser humano tiene derecho a ser amado con dignidad. Allí está el límite el origen de toda relación que merezca ser calificada de amorosa.
Amor es compartir; es construir las fronteras que nos separan y que a la vez nos unen; es la suma de las diferencias que nos definen pero que nos atraen y complementan. Es acercarnos libre y voluntariamente para dar vida a los proyectos deseados desde el respeto a las diferencias que crean sinergias. Es, en definitiva, hacer el amor entre nosotros no sólo con nuestros cuerpos, sino con nuestros deseos, pensamientos y proyectos para, juntos, poder hacer el amor a la vida.
Amar es dar alas respetando el compromiso adquirido y las expectativas forjadas entre los dos… El verdadero amor es el deseo inevitable de que el otro sea quien en verdad puede llegar a ser, precisamente, porque nos brindamos a acompañarle, a superar sus propios límites y agradecemos que el ser amado haga lo propio con nosotros, si ése es el deseo de ambos.

Por todo ello, también vale la pena hacer balance de vez en cuando de estas relaciones-piedra que se nos cuelan en el zapato emocional, y quitarlas de allí antes de que acaben con nuestra paz interior, buen humor, alegría y placer de vivir.