lunes, 29 de marzo de 2010

“Debemos vivir para siempre con probabilidades, no con certidumbres”

EDUARD PUNSET

En estos años ha entrevistado a más de 500 científicos, algunas de las mentes más preclaras del panorama científico mundial.
¿Qué lección se lleva de esa experiencia?
Ha sido una sorpresa constante, un sentimiento excitante al descubrir un mundo nuevo y apenas conocido.
¡Lo que más me ha llamado la atención en este tiempo es cómo ha sido posible que los humanos vivieran miles de años sin saber lo que les pasaba por dentro!
Y luego, adoptar el principio de incertidumbre enunciado por el físico alemán Werner Heisenberg,
lo que me lleva a cuestionar absolutamente todas las hipótesis aceptadas.
“Debemos vivir para siempre con probabilidades, no con certidumbres”, ha escrito. Una conclusión… ¿lapidaria?

¡Pero es cierta! El principio de incertidumbre no sólo ha permitido comprender que en el mundo de la física no podemos predecir completamente la trayectoria de un electrón o un fotón, sino que hecho saltar por los aires las certezas.
¿Puede poner un ejemplo?
El que siempre explico a mis nietas.

¿Cuáles han sido los dos cerebros humanos más brillantes? Newton y Einstein.
El primero elaboró la concepción del tiempo como valor absoluto.
El segundo elaboró el concepto del tiempo relativo que cambia con la gravedad y la velocidad.

Es decir, ¡los dos cerebros más brillantes de la historia humana forjaron dos hipótesis distintas y comprobadas!
Creo que cuando llegue el momento en el que se tenga la suficiente serenidad para calificar el pasado diremos que éste era el dogma, lo invariable, mientras que el futuro va a estar regido por el principio de incertidumbre y la humildad enorme que confiere la aplicación del método científico. Pero eso choca con los descubrimientos de que el cerebro forja el futuro con el pasado…
Es cierto, a eso dedica casi toda su energía nuestro cerebro, a pesar de que está muy mal preparado para predecir el futuro.
La neurociencia ha descubierto que imaginar el futuro y recordar el pasado son entidades prácticamente iguales.
Se activan simultáneamente las mismas áreas cerebrales implicadas para ambos procesos, esto es, la amígdala y sobre todo el hipocampo, la corteza sensorial, el tálamo y la corteza prefrontal, aunque en distinto orden
Teniendo esto en cuenta entendemos cómo la memoria no sólo nos sirve para recomponer el pasado, sino para concebir, y diseñar lo que será nuestro futuro.
El hipocampo protagoniza parte de sus reflexiones sobre los avances del conocimiento de nuestro cerebro.

¿Por qué?
Es una parte de nuestro cerebro fantástica, entre otras cosas porque ahora sabemos que su función es aglutinar, pegar fragmentos de información desperdigados y almacenados en otros lugares del cerebro, lo que constituye la memoria.

Lo que sorprende es que utilizamos el hipocampo tanto para recordar como para imaginar, lo que explica que en ocasiones no sepamos diferenciar bien lo vivido, el pasado, de lo soñado o imaginado para el futuro.
Sacado del libro de Eduard Punset: "La infelicidad es el peaje de nuestra libertad"

miércoles, 17 de marzo de 2010

¿El mal fué creado por Dios?

Dios no creó el mal.
"El mal es el resultado de la ausencia de Dios en el corazón de los seres humanos".
Es igual a lo que ocurre con el frío cuando no hay calor, o con la oscuridad cuando no hay luz.
Albert Einstein

domingo, 7 de marzo de 2010

Amistad o Razones para el amor

Porque es cierto: «el mundo en que vivimos está menesteroso de amistad»
Hemos avanzado tanto en tantas cosas, vivimos tan deprisa y tan ocupados, que, al fin, nos olvidamos de lo más importante
El ruido y la velocidad se están comiendo el diálogo entre los humanos y cada vez tenemos más «conocidos» y menos amigos
Y, sin embargo, nada ha enriquecido tanto la historia de los humanos como sus amistades

Sócrates aseguraba que prefería un amigo a todos los tesoros de Dario
Para Horacio, un amigo era «la mitad de su alma».
San Agustín no vacilaba en afirmar que «lo único que nos puede consolar en esta sociedad humana tan llena de trabajos y errores es la fe no fingida y el amor que se profesan unos a otros los verdaderos amigos».
Ortega y Gasset escribía que «una amistad delicadamente cincelada, cuidada como se cuida una obra de arte, es la cima del universo».
Y el propio Cristo, ¿no usó, como supremo piropo y expresión de su cariño a sus apóstoles, el que eran sus «amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer»?

Pero la amistad, al mismo tiempo que importante y maravillosa, es algo difícil, raro y delicado.
Difícil porque no es una moneda que se encuentra por la calle y hay que buscarla tan apasionadamente como un tesoro.
Rara porque no abunda: se pueden tener muchos compañeros, abundantes camaradas, nunca pueden ser muchos los amigo
Y delicada porque precisa de determinados ambientes para nacer, especiales cuidados para ser cultivada, minuciosas atenciones para que crezca y nunca se degrade
Uno de los fenómenos más asombrosos de este mundo en que vivimos es que se habla tanto más de una cosa cuanto menos importante es। Se llenan páginas y páginas de los periódicos para aclarar una jugada futbolística। Tremendo drama: ¿fue o no un penal? Y, nadie habla jamás –ni en los diarios, ni en los púlpitos, ni en las cátedras - de cuestiones tan vitales como la de la amistad.
-Y, naturalmente, todos decimos saber mucho de ella, pero raramente nos hemos sentado a reflexionar.
Si los lectores no lo consideran cursi recordaré aquí la vieja definición de Aristóteles: «La amistad consiste en querer y procurar el bien del amigo por el amigo mismo».
O la recientísima de Lain Entralgo, que me parece más completa:
«La amistad es una comunicación amorosa entre dos personas, en la cual, para el bien mutuo de éstas, se realiza y perfecciona la naturaleza humana

Con ello queda dicho que la amistad no es el simple compañerismo o camaradería, aunque pueda surgir del uno o de la otra.
Queda también dicho que la amistad no es el enamoramiento, aunque probablemente el mejor amor es el que va unido a la honda amistad.
Pero, sobre todo, queda dicho que en la amistad no se busca la «utilidad» –aunque no pocas pseudo amistades se monten como un negocio-, sino que a ella se va más para dar que para recibir, aunque nada perfeccione tanto a un ser como dar a otro lo mejor de sí mismo.
Una verdadera amistad es sólo la que enriquece a los dos amigos, aquella en la que el uno y el otro dan lo que tienen, lo que hacen y, sobre todo, lo que son. De ahí que ser un buen amigo o encontrar un buen amigo sean las dos cosas más difíciles del mundo: porque suponen la renuncia a dos egoísmos y la suma de dos generosidades. Suponen, además y sobre todo, un doble respeto a la libertad del otro, y esto sí que, más que una quiniela de catorce, es un simple milagro.
«La amistad verdadera –escribe Laín– consiste en dejar que el amigo sea lo que él es y quiere ser, ayudándole delicadamente a que sea lo que debe ser».
¡Y qué difícil esta frontera que limita al Norte con el respeto y al Sur con el estimulo!
¡Y qué fácil caer en esa especie de vampirismo espiritual en el que uno de los dos amigos devora al otro o es devorado por su voluntad más fuerte!
¡Qué enriquecedora, en cambio, esa amistad que maduran los años y en la que nos sentimos libres y sostenidos, aceptados tal y como somos, y delicadamente empujados hacia lo que deberíamos llegar a ser!
Tesoros como éste son como para vender todo lo demás y comprarlos.

JOSÉ LUIS MARTÍN DESCALZO,